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domingo, 3 de julio de 2016

LA FALSA PAZ DE OBAMA, CASTRO, SANTOS Y LAS FARC


"combatir es sobrevivir, hacer la paz es perecer", es la conclusión de los partidarios de la resistencia; "hacer la paz es sobrevivir combatir es perecer", es la conclusión de los partidarios de la paz."[1]
Presidente Mao Tse-tung

El hecho de que las FARC haya firmado un tratado de paz con el gobierno colombiano no llama la atención.  Si bien es cierto ha estado combatiendo aproximadamente por 50 años, la mitad de éstos se la ha pasado proponiendo “cese al fuego” “cese de hostilidades”, “crear mesas de diálogo”, “construir la paz”,  “cese al fuego bilateral”,  “cese al fuego unilateral” etc., etc.

En 1982, bajo el régimen de Belisario Betancourt, las FARC y el estado lograron definir mecanismos que los aproximó a una serie de tratativas por la “paz”, dando apertura a una práctica política que desconcertó no solo a sus interlocutores (el viejo Estado de Colombia) sino al resto de guerrillas en Latinoamérica.

En 1984 Betancourt logra la desmovilización de algunos combatientes de las FARC y éstas dan paso a la conformación de la Unión Patriótica (UP), una estrategia que argumentaba la creación del “frente legal”, constitucionalista; una peligrosa dualidad política que terminó con la vida de la mayoría de sus miembros.

Con Gaviria no fue diferente y con Pastrana menos aún (1998). De hecho, aquí las FARC logran que el gobierne les entregue una importante zona en el Caquetá[2],  todo para generar el ambiente que permitan converger en la mentada “paz.” Obviamente, se avanzó en el tema pero no se pudo materializar. Y así hasta nuestros días donde la  “crónica de una muerte anunciada” devino en una muerte cierta y que de hecho, al parecer, ya tomó forma y encontró su nicho dentro del espacio de movilidad política de la democracia burguesa.

Podríamos considerar que los orígenes de las FARC en Marquetalia reflejó un esfuerzo objetivo por sostener una justa guerra campesina, que expresaba las profundas contradicciones existentes entre los grandes terratenientes y los campesinos sin tierra. Las relaciones de producción feudal y semifeudal que pervivían para entonces delineaban el camino a seguir.

Si bien es cierto éste fue un ejercicio democrático burgués, es evidente que la ausencia de una correcta dirección de clase hizo que el proceso poco a poco tome distintos rumbos hasta anidar en el reformismo pequeño burgués y éste se mimetice en el discurso seudo marxista.

Posiblemente la mutación ideológica de las FARC se torna dramática cuando deciden alinearse a una de las expresiones más protervas del revisionismo: Jrushov y demás sátrapas de la reacción social imperialista. Es importante decir que tampoco perdieron la perspectiva del guevarismo, de ahí ese espíritu de errantes y la suicida subestimación del papel de las masas en la guerra revolucionaria.

El “bolivarianismo” ha sido –en términos ideológicos- lo que ha fortalecido ese catalizador revisionista para ponerlos a la cola de la gran burguesía, de los grandes terratenientes, haciéndole el juego al imperialismo con su estrategia latinoamericana de “desmovilización de los movimientos armados” y desde luego, al revisionismo castrista que tampoco cede en su esfuerzo por seguir siendo el partero del desencanto.

La importante estructura militar de esta guerrilla y la no menos decidora capacidad de fuego ha desconcertado a muchos revolucionarios en el mundo. La radicalidad en el método le ha sido útil para disimular el raquitismo ideológico. Es decir, radicales con las armas-débiles en la ideología. Fortaleza reformista-escualidez revolucionaria.

Lejos están las FARC de haber sido una guerrilla revolucionaria. Su reformismo ha estado expuesto permanentemente. Quizá las declaraciones últimas de su comandante, Timoleón Jiménez (Timochenko) tienen la capacidad de simplificar su esencia política e ideológica:

 “…Este no es un proceso que va encaminado contra el empresariado. Este no es un proceso que va encaminado a tumbar el Estado colombiano, es un proceso que está tratando de generar las condiciones para que en Colombia se produzcan transformaciones para que nos dejemos de matar por las ideas que cada uno defienda”

“…nosotros lo que queremos es una Colombia que se desarrolle. Que se desarrollen las fuerzas productivas. Necesitamos rescatar la industria nacional, que rescatemos las riquezas…”

Como suelen decir los abogados, “a confesión de parte,  relevo de pruebas”. Es obvio que este discurso no es nuevo, no es producto de la coyuntura que vive las FARC, o por lo menos su espuria comandancia, este ha sido el sentir político que ha venido arrastrando por décadas. Ni contra los empresarios, ni contra el estado. “Desarrollar las fuerzas productivas”, qué interesante, nomás se les olvida que en el seno de esas fuerzas productivas hay relaciones de producción y que esas relaciones generan  ANTAGONISMOS IRRECONCILIABLES y que éstos solo pueden ser resueltos con violencia revolucionaria, o habrá que preguntar a la gran burguesía, a los grandes terratenientes y al imperialismo si están dispuestos a dejar de lado sus intereses sin oponer cruenta resistencia (¿?).

 Ya en la práctica las cosas no se mostraban diferentes. Basta aquel acertado análisis que hacen los camaradas de la UOC (Unión Obrera de Colombia) de que las FARC terminaron disputando a los terratenientes, al estado, paramilitares (etc.) la renta extraordinaria del suelo, dejando en el camino a dos grandes perjudicados: el campesinado pobre y al trabajador asalariado.  En los hechos el reformismo se volvió anti popular, y desde luego, anti proletario.

No se puede soslayar esas grandes campañas militares emprendidas por las FARC que no apuntaban a destruir y construir, a generar Poder, en absoluto, básicamente esos combates solo apuntaban a constituirse en verdaderos mecanismos de presión para inducir a los distingos gobiernos de turno asistan a las famosas mesas de negociación en condiciones afables a los intereses de la comandancia.

Pero hay que ver precisamente qué hay detrás de la “pacificación” de las FARC. Al respecto no nos queda duda alguna, se trata de mimetizar la derrota del revisionismo armado en Colombia en un aparente “estancamiento de la guerra”[3]. Ese es el punto, sin desestimar el hecho de que los movimientos armados de este orden, por ahora, no le son funcionales al imperialismo ni a la reacción que los utilizan como pretexto para desatar la más despiadada represión contra la justa rebelión popular, y con esto DESARMAR IDEOLÓGICA Y ORGANIZATIVAMENTE A LA CLASE Y A LAS MASAS.

La desmovilización de las FARC se levanta desde el discurso de la falsa paz burguesa que contrasta total y antagónicamente con el  justo y legítimo anhelo que tienen las masas de la paz, pero no de aquella que enuncia Obama, Raúl y Fidel Castro, Santos, sus generales y las FARC[4], sino la paz que se conquista eliminando las relaciones de producción que generan explotación, oprobio, miseria, hambre, dolor. Las masas, y en ellas muy particularmente el proletariado, claman la paz que implica el cese definitivo de esa violencia integral, multifacética, multilateral que genera un país sometido por el imperialismo y un régimen productivo incompatible con los requerimientos históricos de los trabajadores y demás masas explotadas.

Hay que resaltar un tema de importancia. No es que el proletariado y pueblos del mundo nos acongojemos porque las FARC se desmovilizan o que lamentemos que lo hagan y por eso les gritemos ¡capituladores!, ¡traidores!, pues hacerlo (desde una posición unilateral) sería asumir que su programa de lucha, sus formas de organización, de combatir y sobre todo su base o fundamento ideológico era el correcto, o más aún, que las masas se vayan a quedar “huérfanas” de dirección revolucionaria, ¡NO!, ¡EN ABSOLUTO!; de todas formas a quiénes han traicionado ha sido a sus propios compañeros y obviamente al pueblo de Colombia que se tragó el cuento de esa revolución (bolivariana) y que generosamente entregó su sangre que al final de cuenta ha sido traficada para fortalecer la tesis burguesa de la falsa universalidad de concepciones sobre el estado, la paz, la democracia, la libertad, y desde luego, la avaricia política de sus comandantes que con sueños de perro se ven como congresistas o sentados en los demás aparatos burocráticos del viejo estado.

No dudamos que en la base y cuadros medios de las Farc haya  sectores comprometidos verdaderamente con su pueblo. Pero ese compromiso perderá totalmente sentido si es que no está dirigido por la línea ideológica correcta (proletaria), si no tiene el respaldo de un Partido Comunista correcto, con una plataforma de lucha coherente con la realidad colombiana y desde luego, bajo el fundamento de la Guerra Popular. Persistir en lo que hasta aquí ha sido las FARC será como vivificar un cadáver político que después de unos cuantos pasos volverá a caer y la reedición de nuevo acuerdo no tardará en presentarse.

LAS FARC Y EL ECUADOR

El impacto que tiene la capitulación de las FARC en el Ecuador tiene mucho peso, quizá más que en otros países.

Históricamente el Ecuador ha sido la “trastienda” de la guerrilla colombiana. El apoyo que ha entregado esta guerrilla a los “revolucionarios” ecuatorianos ha sido variopinto. Los esfuerzos del revisionismo hoxista del EPL que se alojó en el PCMLE y que no pasó de convertirse sino en un esperpento revisionista sin luz, sin claridad, sin ninguna capacidad de calar en el seno de nuestro pueblo. Posteriormente el M19 generó AVC, una organización discordante que repetía paso a paso lo que hizo su mentor.  El ELN y su incidencia en pequeños grupos que jamás maduraron o terminaron de despegar porque hay que reconocer, la guerrilla colombiana transmitía el formato completo: ideología, formas de organización, propuesta armada y desde luego, otras tantas taras que se han convertido en un férreo obstáculo para el desarrollo de verdaderos procesos revolucionarios en el país.

Los revolucionarios ecuatorianos se han quedado atados a ser un instrumento logístico de la guerrilla colombiana, su retaguardia estratégica.

El mensaje que remite las FARC y todos sus acólitos en el país es el de la paz, de la paz burgués-terrateniente, la paz del desarme pero que deja absolutamente abiertas todas las heridas que no podrán ser sanadas por los fueros electorales, burocráticos, constitucionales.

En el país ya salieron los revisionistas a emitir sus cacareados argumentos con la intención de justificar lo sucedido en Colombia, pero más allá de eso, a confundir a las masas y a la clase sobre sus tareas fundamentales de frente a organizar y preparar la Guerra Popular como único mecanismo y vía válida para la destrucción del viejo estado y la construcción del Nuevo Poder.

El PCMLE: “La lucha armada como vía para conquistar el poder no ha fracasado; las circunstancias político-sociales obligan priorizar otras formas de lucha de las masas que permitan una mayor y más rápida acumulación de fuerzas para tomar el poder”.

El Partido Comunista Ecuatoriano: “Saludamos los procesos fructíferos de paz en Colombia. Que este cese al fuego sea el inicio de un cambio en la hermana patria colombiana”.

El Partido Socialista Ecuatoriano: “Una Colombia sin conflictos armados será una gran oportunidad para la consolidación democrática y para la cristalización del enorme potencial económico del país (…) La paz es un viejo y profundo anhelo de la sociedad colombiana, su concreción requiere que la sociedad abandone su postura expectante y participe activamente en su construcción”. 

Y bajo ese mismo tenor otros sectores del revisionismo y del oportunismo sueltan sus vómitos que esparcen las aparentes bondades de la “participación democrática, de la paz, del “adiós a las armas”.

El mensaje que remite la desmovilización de las FARC a través de sus voceros ecuatorianos es el de inviabilidad de la violencia revolucionaria, a la final, para ellos, 50 años de guerra no ha dejado sino solo destrucción y víctimas, reduciendo el problema de la guerra a su tara ideológica y a su estrategia de guerra caduca e incompatible con la realidad de nuestros pueblos.

El mensaje de la desmovilización de las FARC que recoge el régimen del fascista Correa es de que no todos van a entregar las armas y hay que tener en pié de alerta a las FFAA para neutralizar la serie de bandas delincuenciales que se van a formar y que “vendrán al país a delinquir”. Eso es lo que piensa el régimen correista de los combatientes de las FARC, que son “delincuentes en potencia”. Y bajo ese argumento los aparatos represivos se sigan tragando el presupuesto nacional y den rienda suelta a su voracidad represiva con todos aquellos que no comulgamos con esa “paz”.

Sobre los propósitos afines a los de las FARC, fascista Correa, hace algunas semanas, anunciaba al país que el gobierno se constituiría en un interlocutor entre el régimen paramilitar de Santos y la guerrilla guevarista del ELN para que adelanten conversaciones de desmovilización en el Ecuador.
Que lo sepa el ELN, que lo sepa el gobierno narcoparamilitar de Santos, que lo sepa el fascista de Correa, nuestro pueblo y su clase de vanguardia, el proletariado, rechaza la presencia de delegados del viejo estado de Colombia y de miembros del ELN en territorio nacional utilizándolo como base del imperialismo para desplegar su estrategia de desarme de los pueblos y deslegitimar el uso de las armas como legítimo derecho de los explotados.

LA DESMOVILIZACIÓN Y SUS FACILITADORES

El rol que ha cumplido la pútrida dirigencia cubana en todo este proceso ha sido crucial.

Ya desde hace algunos años Fidel Castro se ha dedicado a deslegitimar el uso de la violencia para la conquista del poder. No solo eso, la califica de extemporánea y en no pocas oportunidades excitaba a las FARC a dejar las armas. No diferente Raúl Castro, que al parecer asumió la tarea de propender la desmovilización de los grupos alzados en armas como un mandato imperialista y que busca demarcar las distancias entre la violencia revolucionaria y la transformación de la sociedad, claro, detrás de esto está ser complacientes y benévolos con la política internacional de los EEUU.

Como dice nuestro pueblo, “de incendiarios a bomberos”. Éste punto es esencial en el análisis, pues hay que evaluar en su correcta dimensión el rol que ha cumplido el revisionismo cubano en la desmovilización de los procesos armados en Latinoamérica, y hay que decirlo, aún desde el revisionismo lo han hecho tan bien que no dudamos Obama y el imperialismo deben estar tan contentos, tanto como Santos, Timochenko,  y toda la reacción del planeta. Dicho de otra manera, lo que no ha podido ni ha querido hacer el ejército burgués de Colombia lo ha hecho Castro desde su oráculo del revisionismo.

El discurso fariano se manifiesta único, diferente, y hasta “garante de la paz”. Pero vale preguntarse, ¿acaso la serie de organizaciones político-militares, partidos, movimientos armados que ya se desmovilizaron en Colombia no pregonaban lo mismo?

El EPL (hoxista), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), El Movimiento Armado Quintín Lame, la ADO (Autodefensa Obrera), las Ricardo Franco, el M19, las FARC y el ELN que tarde o temprano lo hará porque esa es la naturaleza de la pequeña burguesía.

Todas estas organizaciones terminaron por asumir la idea de que bajo el paraguas de la democracia burguesa se podía hacer política y conquistar los objetivos otrora expuestos con las armas. Lástima que se dieron cuenta muy tarde porque de por medio dejaron el esfuerzo vital de valerosos hijos del pueblo que creyeron en las consignas revolucionarias de los comandantes guerrilleros quienes sabían que el corolario a sus guerras terminaban en el cadalso de la vieja democracia y en ella, del camino burocrático.

¿ESTÁ TODO PERDIDO?

Parecería que con la desmovilización de las FARC el camino de la lucha armada se cierra en Latinoamérica. Por lo menos es lo que van a divulgar a los cuatro vientos el imperialismo, la reacción los Castro y desde otra perspectiva el Movadef atrincherado en el Perú.

Pero son sueños de hienas, sueños del reformismo, sueños del imperialismo.

La violencia no es patrimonio del viejo estado y mucho menos del revisionismo. La Guerra Popular, esa si es patrimonio del proletariado, y hay que entenderlo así. Que hoy las FARC se tiren al barranco no es problema, el problema está en el ¿qué hacer? Y hay que iniciar por ahí. Lenin lo simplifico magistralmente, el tema del instrumento, del Partido. Construir y fortalecer ideológicamente un  partido comunista que responda a las tareas históricas que tiene el proletariado de frente a objetivos concretos como tener los instrumentos para la revolución, organizar la Guerra Popular en el seno del pueblo, desatarla sin miramiento alguno en contra de los enemigos de la clase y del pueblo; destruir el viejo estado y reemplazarlo por el nuevo, por el NUEVO PODER.

Y sobre esa tarea el proletariado de Colombia ya ha avanzado bastante, solo queda forjar, persistir, construir, persistir; la Guerra Popular hará el resto, no dudamos sea así en Colombia, en Ecuador, en Latinoamérica, en el mundo.

NO A LA FALSA PAZ DEL IMPERIALISMO, DEL VIEJO ESTADO DE COLOMBIA Y DEL REVISIONISMO DE LAS FARC.

SI A LA PAZ DEL PUEBLO QUE SE CONQUISTA CON LA PUNTA DEL FUSIL.

UNA VEZ MÁS SE REFRENDA LA TESIS DEL PRESIDENTE MAO: EL REVISIONISMO ES EL PRINCIPAL PELIGRO DE LA REVOLUCIÓN.

VIVA EL 50 ANIVERSARIO DE LA GRAN REVOLUCIÓN CULTURAL, LEGADO HISTÓRICO QUE NOS ENSEÑA QUE SI NO COMBATIMOS AL REVISIONISMO, NADA HABREMOS HECHO.

¡VIVA LA LUCHA DEL PROLETARIADO Y PUEBLO DE COLOMBIA!

¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO-MAOÍSMO!




[1] Mao Tse-tung, CONTRA LAS ACTIVIDADES CAPITULADORAS. Obras Escogidas de Mao Tse-tung Tomo II,
[2] 42 mil kilómetros cuadrados en San Miguel del Caguán.
[3] La tesis del llamado “estancamiento de la guerra” ya fue expuesta por el revisionismo armado en El Salvador, en los años 80´ del siglo pasado. Bajo esta figura se patrocina la idea del “diálogo”, la “paz”. Un  burdo argumento en el que de la noche a la mañana la guerrilla se da cuenta de que no puede derrotar las fuerzas vivas del enemigo, pero eso sí, que éstas tampoco pueden derrotar a la insurgencia. Pierden la perspectiva de la guerra y caen en la estrategia del enemigo que propugna precisamente eso, seducir a los comandantes para que puedan acceder al Congreso o Asamblea, y obvio, éstos arrastran a sus combatientes a la ilusión democrático-burguesa.
[4] Curiosamente Obama, Raúl Castro, Santos y las FARC coinciden en los propósitos, argumentos y viabilidad de la paz bajo una premisa fundamental: la legitimación de la democracia como instrumento político que permite el acceso a las distintas corrientes ideológicas sin que su geometría se vea alterada en absoluto. Las FARC se da modos, de un plumazo (por lo menos lo intenta mientras el discurso le sea funcional a su viejo reformismo), de mandar al carajo las tesis marxistas sobre el carácter de clase que tiene la democracia, el estado, etc.